TODO LO QUE PUEDE HACERSE ¿DEBE HACERSE?
Acaba de aparecer en los medios la noticia de una mujer de 61 años que ha gestado el hijo de su hijo homosexual. Y, como es lógico, ha suscitado la condena unánime, no solo de la población en general, sino de los que nos dedicamos a la reproducción asistida, y a intentar ayudar a las personas que no pueden conseguir la maternidad por los medios naturales
No se trata de condenar la gestación por sustitución. Ni la reproducción en parejas del mismo sexo. Ni la donación de óvulos. Pero todos estamos de acuerdo en que este procedimiento ha sido un completo disparate. Y no se trata en este caso únicamente de consideraciones éticas (que también), sino principalmente médicas.
¿Es que los médicos de Nebraska no se han preocupado de lo que desencadena una gestación en una mujer de esa edad? Si su hijo necesitaba una mujer para gestar, ¿tenía que ser la madre?
No soy psicóloga, y desconozco los problemas que este procedimiento puede desencadenar en el hijo, en el nieto, y en ella misma. Pero no creo que sea necesario ser un especialista para poder imaginarlos.
Y como defensora de los distintos modelos de familia que en la actualidad existen, y que son ahora parte de nuestra sociedad, no puedo por menos que pensar que se nos está yendo de las manos…. Y no nos hace ningún bien. Los que condenan estos nuevos modelos, los que están en contra de la gestación subrogada, tienen nuevos argumentos para denostar unas prácticas que, realizadas con sentido, prudencia y responsabilidad, pueden servir para dar felicidad a muchas personas.
Se puede argumentar que el deseo de esa madre por ayudar a su hijo está por encima de todo. Puede esgrimirse el derecho a la libertad, la autonomía como principio moral. Pero creo que los valores que están en juego son más numerosos e importantes que esa libertad de elección. La autonomía no es incompatible con la influencia en nuestros juicios morales de factores como los valores o la cultura. La autonomía no hay que entenderla como una noción de libertad idealista y absoluta, sino que, por el contrario, tiene en cuenta sus limitaciones: limitaciones que provienen del exterior, de nuestra constitución biológica o de nuestra propia racionalidad.
El desarrollo técnico, y en concreto los avances en reproducción asistida, han evolucionado hasta límites insospechados y han aumentado el abanico de “posibilidades” del ser humano. La ciencia ofrece más posibilidades que nunca. De ahí la mayor necesidad de personalidades maduras, que sepan discernir entre todas esas posibilidades y gestionarlas adecuadamente. Por ello, no todo lo que científicamente es posible, es moralmente factible.