DIA INTERNACIONAL DE LA MUJER Y LA NIÑA EN LA CIENCIA

Nací en los años 60, cuando todavía el mejor destino de la mujer, era casarse y tener hijos (o al menos, eso quería mi madre para mi). Pero ya desde muy pequeña me gustaba hacer lo que yo llamaba “experimentos”, con tubos de colores que mezclaba, queriendo encontrar no sé que remedio…

Tuve la gran suerte de contar con un padre que, a pesar de su edad, lo único que quería para sus hijas es que fueran independientes y estudiaran lo que más les gustase. Y en eso me apoyó siempre. En una familia con pocos recursos y menos apoyo externo, me empeñé en cumplir mi sueño y dedicarme a la investigación. Fue un camino duro y muy largo. Nada era fácil.

Pero ahora, cuando vuelvo la vista atrás, me convenzo de que todo ha valido la pena. Años aprendiendo, años trabajando gratuitamente, años de desesperanza, sin saber cómo sería mi futuro. Y siempre, convencida de que hacía lo que tenía que hacer. Lo que debía de hacer.

En aquella época, que ahora parece tan lejana, apenas si había mujeres (y menos biólogas), trabajando en reproducción humana. Era un mundo de hombres en el que me fui haciendo un sitio. Bien es cierto que también he de agradecer inmensamente que mi entonces jefe creyera en mi y me ayudara tanto a crecer.

No soy una figura de renombre ni una gran investigadora. No me he hecho famosa ni pasaré a la historia de la ciencia. Pero me he dedicado todos estos años a lo que más he deseado, y me siento afortunada por haber podido disfrutar tanto (y poder hacerlo todavía), con mi trabajo.

Cualquiera que sea nuestro papel en la ciencia, por pequeño que sea, debemos de sentirnos orgullosas por aportar nuestro granito de arena. Uno tras otro, hará que esto crezca y sea algo grande. Pero no debemos olvidar que requiere mucho esfuerzo y dedicación. A veces tenemos que dejar cosas atrás…

Y tampoco olvidemos  que también existen hombres que, únicamente, nos tratan como personas.