Tengo una amiga que acaba de quedarse embarazada tras un ciclo de Fecundación in vitro después de muchos e infructuosos intentos (tengo que decir, no puedo evitarlo, que en otras clínicas…).
Antes de que tuviera que acudir a hacerse la beta, ya se había hecho innumerables test de embarazo en orina, los cuales fueron todos positivos. Pero no terminaba de creérselo. Y entonces repetía otro, y otro más. Por fin, la respuesta definitiva fue el test en sangre: una beta de 650. ¡Estaba realmente embarazada!
Luego vino el calvario hasta esperar a la primera ecografía: ¿habrá embrión y latido cardíaco? ¿Estará todo bien? Y lo estaba: un embrión perfectamente implantado, con su latido estupendo fue la prueba, pero no la final.
El problema vino realmente cuando, después de una semana, me llama angustiada porque está manchando. Pero, ¿cómo es el manchado? ¿Más oscuro que una regla? ¿Más escaso? le pregunté.
Y como realmente era así, intenté restarle importancia, aunque debía de venir para hacerse una ecografía y comprobar que todo iba bien. Le expliqué que, cuando el embrión implanta, el endometrio tiende a ser más frágil y a desprenderse. No como una regla, donde el sangrado es más abundante y de color rojo más intenso. Pero el fenómeno de la implantación, que por otra parte, es algo maravilloso y aún no del todo conocido, a veces da estos sustos.
He de reconocer que no sirvieron de mucho mis consejos y mi intento de apoyo, a pesar de todos los argumentos científicos que le di. El temor a una pérdida fue más fuerte que nada, y la mente en esos momentos tiene mucho poder. Se pasó una semana, aún después de haber dejado de manchar, en reposo y angustiada.
Ahora está perfectamente, su embarazo sigue adelante, y estoy segura de que, cuando tenga a su hijo o hija en sus brazos, todo esto no sea más que un mal recuerdo en la lejanía.