La pandemia de COVID-19 es una situación mundial sin precedentes que está cambiando drásticamente nuestra vida y perspectiva cotidiana. Todos los países han adoptado sus propias estrategias para disminuir y eliminar la propagación del virus. Todas las medidas están en línea con las recomendaciones proporcionadas por la Organización Mundial de la Salud. Las sociedades científicas, como la Sociedad Europea de Reproducción y Embriología Humana (ESHRE) y la Sociedad Americana de Medicina Reproductiva (ASRM), han proporcionado recomendaciones y orientación para superar la curva de infección en pacientes que se someten a tratamientos de fertilidad.
En España, desde que el Gobierno decretó el estado de alarma, el pasado marzo, toda la actividad sanitaria no urgente se paralizó y, con ella, los tratamientos de reproducción asistida. Tras varias manifestaciones de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), el Ministerio de Sanidad publicó una resolución el pasado 24 de abril, que concluyó, literalmente, “supone que los centros y servicios de reproducción humana asistida está autorizados a abrir”.
Y en este escenario, una vez que la curva de infecciones ha alcanzado su punto máximo y finalmente se ha estancado, las clínicas de reproducción asistida han abierto sus puertas. Con las máximas medidas de precaución, como son el distanciamiento social (en la medida de lo posible se sustituyen las visitas “in situ” por videoconferencias), áreas desinfectadas permanentemente, etc., han comenzado a realizarse tratamientos de fertilidad. Como especialistas en reproducción asistida, debemos ser precavidos, seguir cuidadosamente la situación y contribuir compartiendo nuevas pruebas para aconsejar a nuestros pacientes, tanto mujeres embarazadas como futuras madres.
Ya que la infertilidad aumenta con el tiempo junto con una disminución constante en las tasas de nacimientos vivos, retomar los tratamientos de fertilidad ha sido prioritario para los profesionales. Pero, sobre todo, los especialistas han hecho hincapié en tres grupos de mujeres: las pacientes oncológicas que necesitan preservar su fertilidad, con la vitrificación de óvulos; las mujeres con baja respuesta ovárica o con algún tipo de patología como, por ejemplo, la endometriosis; y las mujeres de edad avanzada.
De estos tres grupos, a mi modo de ver, lo más urgente es solucionar el problema de las pacientes con cáncer, que pueden salvaguardar su fertilidad en un futuro criopreservando sus óvulos. Pero la patología de estas pacientes no admite demora. Tiene que ser en el momento preciso, y antes de comenzar un tratamiento de quimio o radioterapia. Sería éticamente correcto permitir que estas mujeres mantengan una posibilidad, una esperanza futura durante esta pandemia.
Sin embargo, a pesar de la gran cantidad de datos que publica la SEF en el Registro Nacional de Actividad (y que son de obligado cumplimiento para todos los centros), no existen cifras a nivel nacional sobre el número de mujeres que vitrifican sus óvulos por un proceso oncológico. O de varones que congelan el semen.
Existe también un grupo de trabajo dentro de la SEF: Grupo de Preservación de la Fertilidad, con numerosos estudios y publicaciones y una gran y notoria actividad. Pero desconocemos el número de pacientes que son subsidiarias de estos tratamientos de reproducción asistida.
Hoy, día Internacional de la Fertilidad, quizás sería un buen momento para hacer una llamada a esta Sociedad, y poder recabar datos sobre el número de tratamientos de congelación de gametos en pacientes oncológicos y, cuantos de esos pacientes ven cumplidos sus sueños más adelante.
Publicado en Tribuna/El médico interactivo:
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